(La siguiente es una desgrabación de una clase magistral de pscopatología Weymart dictada por el profesor Larusso en Febrero de 2009. Aula Magna, Facultad de Psicología, UBA)
Buenas tardes jóvenes alumnos, hoy vamos a hablar de uno de los síntomas más peculiares del síndrome de Tourette: La coprolalia (También conocido como hablar mierdas), del griego κόπρος, que significa 'heces' y λαλία 'balbucear'; es la tendencia patológica a proferir obscenidades.
La coprolalia es un síntoma de mierda, para decirlo en términos psicoanalíticos. En el DSM-IV lo encontramos en la clasificación de Trastornos relacionados con el Baño o Toilette: fíjense qué estupidez, asociar las heces únicamente al inodoro –cosa de yankis. En fin, el DSM-IV nos ilumina diciendo que “(…) La incapacidad de controlar la vocalización puede conllevar la degradación de la vida social y laboral.” Muy lindo ¿no? Los yankis (y sus secuaces diseminados por todo el mundo) se quedan muy contentos con esta explicación, y no dudan en sumarle a la dosis de Rivotril unas pastillas de carbón, cosa de que la coprolalia disminuya y se llegue a la constipación total del dicurso...
Otra entrada en el Manual Cognitivo-Conductual para Ratas y Sujetos versa:
“Algunos pacientes han sido tratados inyectándoles toxina botulínica junto a las cuerdas vocales. Esto no evita el habla, sino que produce una parálisis del flujo de líquido encéfalo-raquídeo que conduce a una progresiva e irreversible muerte-cognitiva. Esto cura los síntomas principales y Doña Rosa* puede dormir tranquila de que no se proferirán más injurias del "bocasucia" (del latín bucca spurcus) de pocho.”
*Nota del traductor: traducimos como Doña Rosa a la Mrs Smith del texto original en inglés.
Pero bien sabemos que este síntoma está asociado a la verborragia. ¿Qué es la verborragia? ¿Alguno sabe? El término viene del castellano, no del latín ni del griego. Es una condensación de “verbo” y “raja”, es decir se refiere a cuando los verbos rajan y el sujeto no puede parar de hablar. Y se trata del suelo común del cual, desde al análisis del discurso, han surgido frases como “irse de boca”, “el pez por la boca muere”, “el que tiene boca se equivoca”, etc.
No más digresiones; volvamos al tema que nos convoca. ¿Qué puede decir el psicoanálisis de éste peculiar síntoma? Podríamos encarar la cuestión desde las equivalencias simbólicas teorizadas por Freud. Mojón de mierda = falo = hijo. En realidad todos éstos conceptos van de la mano: “Andate a la mierda” “Chupapollas” o “Hijo de puta”, son todas expresiones de mierda, propias de un reverendo “bocasucia”. Sin embargo, la cuestión cala más profundo. Todas estas blasfemias, ya lo veremos, se encuentran vinculadas a través de un término primordial: el objeto “a”.
El objeto “a” es el resto, la excrescencia original; defecación simbólica fundante del deseo. El objeto “a” es la mierda que motoriza el deseo, aquello que lo pone en marcha, y es también su fin, aquella entidad angustiante que se revela en sus inmediaciones. “Me mandé una cagada”, es decir, atendí a mi deseo y me acerqué a ese objeto “a”. ¿Vamos entendiendo algo? Se que es confuso, pero ya estamos llegando ahí… La coprolalia es una gran cagada, es una sucesión de ellas. Algo del deseo, más vinculado a la pulsión de muerte se manifiesta libremente. Es el objeto “a”, ese pedazo de mierda, que em-puja el deseo de insultar, y son al fin esas imprecaciones, que nos acercan al campo del objeto “a” y a la angustia derivada de él. Es un ciclo sin fin: deseo-palabras de mierda-objeto “a”-deseo otra vez. Una metonimia infernal e incesante. No importa cuántas veces o que tan enérgicamente tiremos de la cadena simbólica, en la coprolalia, la mierda simplemente no se va…