Quizá no tan reconocida como lo es el “Edipo Rey” de Sófocles, el “Edipo Gay” de Enpédocles el Pederasta, la primer gran tragi-comedia clásica, recientemente ha captado la atención de doctos y resabidos eruditos del campo de la psicología, la filología, la literatura clásica y demás disciplinas afines.
El escrito en cuestión, contemporáneo del célebre Edipo Rey, es esencialmente una versión apócrifa de éste último; quizá un malogrado intento de plagio, que sin embargo, logra forjar finalmente una historia insólita y original. A diferencia de la tragedia de Sófocles, en Edipo Gay, Layo rey de Tebas, es advertido por el Oráculo de Belfos (¿Delfos?) que al nacer su primer hijo varón, éste dará muerte a su madre y mantendrá comercio sexual con él. El rey, perplejo y horrorizado ante la mera idea de que un recién nacido, pese a su patente desvalimiento, pueda ser capaz de perpetuar tan monstruosas transgresiones al orden natural, primeramente manda descuartizar al portador de tan funestas noticias, como era la costumbre de la época, y posteriormente manda enterrar vivo a su propio hijo.
Pero los dioses se apiadan del tierno Edipo (o quizás tan solo resuelven castigar al ingenuo y supersticioso Layo) y mandan a una bandada de ladrones para ejecutar su voluntad. Los ladrones, en plena fuga y acosados por soldados tebanos, con tal de escapar de la prisión, deciden enterrar su botín, producto de su último atraco. Conforme al designio de los dioses, eligen precisamente aquella parcela de tierra en la cuál Edipo había sido sepultado apenas hace unos minutos. Al cavar, golpean con sus palas los tobillos de Edipo (de ahí el nombre) y éste, resucitando de su sueño mortífero, comienza a gimotear escandalosamente. Sorprendidos por el llanto de una criatura viva, que emerge desde las entrañas de la tierra, deciden llevar a Edipo hasta el próximo pueblo, Corinto, y venderlo a un burdel para que pueda ser formado en el arte erótico y, con un poco de suerte, algún día llegue a ser un reputado prostituto.
El tiempo pasa, y Edipo crece para convertirse en uno de los más cotizados concubinos que el oro puede comprar. Las historias que dan cuenta sobre su destreza en el arte amatorio se extienden, a través de toda la península helénica, llegando finalmente a oídos del rey Layo. Éste se encuentra atravesando por una crisis matrimonial, derivada de que su mujer ha engordado unos siete quintales de peso desde el día de su boda, y es por eso que decide viajar hacia Corinto, a demandar los servicios de éste afamado mancebo. Cabe aclarar que, además de ser un habilidoso amante, Edipo es celebre por estar dotado con el miembro más grande de todo el mundo conocido. Es tal la longitud de su falo, que algunos artistas lo personifican, en diversos jarrones de cerámica y en los frisos de los palacios, como una bestia feroz, devoradora de hombres, a la que no dudan en llamar “la esfinge” (El animal que camina con 3 piernas a la noche). Como sea, tras mantener su primer encuentro íntimo con Edipo, el rey Layo queda profundamente enamorado de tan adorable y virtuoso amante. Decide comprarlo y llevarlo a Tebas, disfrazado de su criado, para que viva con él en su propio palacio.
Yocasta, esposa de Layo, sospecha desde un principio de éste bienparecido mozo; sobre todo cuando Layo empieza a pasar cada vez más noches en su alcoba y a llamarlo “mi amor”. Enardecida por los celos, decide dar muerte a éste intruso, destructor de matrimonios. A continuación, Yocasta y Edipo se traban en encarnizada lucha, durante la cuál la reina queda mortalmente herida. Edipo le ha cercenado los pechos a su madre, y ésta se desangra.
Layo manda llamar a Tiresias, médico y adivino real, para atender a su agonizante esposa. Éste, más allá de vaticinar la inevitable muerte de Yocasta, no puede hacer nada para salvarla, básicamente por que Tiresias es ciego. Mientras Yocasta exhala su último aliento, el rey Layo se halla en el salón imperial, esperando ansiosamente alguna noticia sobre el estado de su esposa. Temiendo sufrir una represalia por tener que ser el mensajero de tan funestas noticias, Tiresias resuelve no decir nada sobre la muerte de Yocasta y, en vez de eso, decide revelar la verdadera relación entre Layo y Edipo.
Enloquecido por aquél terrible develamiento, Layo se lanza en una salvaje y descomedida matanza de todo aquél que se le cruce enfrente (incluido el desafortunado Tiresias). Finalmente, tras dar muerte a cientos de hombres, mujeres y niños inocentes, cae extenuado sobre una pila de cadáveres y miembros cercenados, y es linchado por los ciudadanos de Tebas. Por su parte, presa de la culpa, Edipo se castra a sí mismo, y azotándose la espalda, con su propio miembro amputado, a modo de un látigo, se pierde en el exilio.
Hasta aquí la historia; ahora algunos comentarios sobre la pieza escrita. A diferencia de la tragedia de Sófocles, de la cuál Aristóteles dirá en su poética, que es la más perfecta tragedia jamás escrita, Edipo Gay, que ya desde la época presocrática había caído en el pozo del olvido, no se destaca especialmente por su calidad narrativa; carece de cualquier dejo de lirismo, las metáforas que emplea son más bien burdas y arbitrarias, y los diálogos, de a momentos, parecen no estar interrelacionados unos con otros, sino tan solo sobrepuestos. En fin, a grandes rasgos, tanto la sintaxis como la gramática de la obra, francamente son un desastre.
El Edipo Gay, probablemente por su profuso contenido homoerótico y su clara apología a la violencia, fue censurado, incinerado y prohibido, bajo la pena de muerte, tanto por las autoridades eclesiásticas como por funcionarios civiles, a través de toda la edad media, e incluso durante el renacimiento y épocas posteriores. Hoy en día se conocen tan solo dos ejemplares antiguos de ésta obra: un manuscrito en latín del siglo XI, que se encuentra en la biblioteca del congreso de los Estados Unidos, y una copia posterior, escrita en francés, sin fecha, probablemente escrita a mediados del siglo XV, que forma parte de la colección Petáin, en París.
Aún así, pese a las escasísimas copias que sobrevivieron hasta nuestros días, y pese a encontrarse escrita en un estilo patético y con una técnica por demás pobre, ésta pieza ya comienza a ser considerada, por más de un especialista en la materia, como un clásico de la literatura occidental, hasta tal punto, que un círculo selecto de psicólogos franceses ya están reviendo la teoría freudiana del Edipo, e intentando conformar un nuevo modelo vincular basado en ésta obra. ¿A qué controvertidas conclusiones arribarán éste grupo de jóvenes intelectuales? ¿Puede que estemos en el albor de un nuevo modelo de la subjetividad psíquica? Solo el tiempo, y el designio de los dioses, dirán…
El escrito en cuestión, contemporáneo del célebre Edipo Rey, es esencialmente una versión apócrifa de éste último; quizá un malogrado intento de plagio, que sin embargo, logra forjar finalmente una historia insólita y original. A diferencia de la tragedia de Sófocles, en Edipo Gay, Layo rey de Tebas, es advertido por el Oráculo de Belfos (¿Delfos?) que al nacer su primer hijo varón, éste dará muerte a su madre y mantendrá comercio sexual con él. El rey, perplejo y horrorizado ante la mera idea de que un recién nacido, pese a su patente desvalimiento, pueda ser capaz de perpetuar tan monstruosas transgresiones al orden natural, primeramente manda descuartizar al portador de tan funestas noticias, como era la costumbre de la época, y posteriormente manda enterrar vivo a su propio hijo.
Pero los dioses se apiadan del tierno Edipo (o quizás tan solo resuelven castigar al ingenuo y supersticioso Layo) y mandan a una bandada de ladrones para ejecutar su voluntad. Los ladrones, en plena fuga y acosados por soldados tebanos, con tal de escapar de la prisión, deciden enterrar su botín, producto de su último atraco. Conforme al designio de los dioses, eligen precisamente aquella parcela de tierra en la cuál Edipo había sido sepultado apenas hace unos minutos. Al cavar, golpean con sus palas los tobillos de Edipo (de ahí el nombre) y éste, resucitando de su sueño mortífero, comienza a gimotear escandalosamente. Sorprendidos por el llanto de una criatura viva, que emerge desde las entrañas de la tierra, deciden llevar a Edipo hasta el próximo pueblo, Corinto, y venderlo a un burdel para que pueda ser formado en el arte erótico y, con un poco de suerte, algún día llegue a ser un reputado prostituto.
El tiempo pasa, y Edipo crece para convertirse en uno de los más cotizados concubinos que el oro puede comprar. Las historias que dan cuenta sobre su destreza en el arte amatorio se extienden, a través de toda la península helénica, llegando finalmente a oídos del rey Layo. Éste se encuentra atravesando por una crisis matrimonial, derivada de que su mujer ha engordado unos siete quintales de peso desde el día de su boda, y es por eso que decide viajar hacia Corinto, a demandar los servicios de éste afamado mancebo. Cabe aclarar que, además de ser un habilidoso amante, Edipo es celebre por estar dotado con el miembro más grande de todo el mundo conocido. Es tal la longitud de su falo, que algunos artistas lo personifican, en diversos jarrones de cerámica y en los frisos de los palacios, como una bestia feroz, devoradora de hombres, a la que no dudan en llamar “la esfinge” (El animal que camina con 3 piernas a la noche). Como sea, tras mantener su primer encuentro íntimo con Edipo, el rey Layo queda profundamente enamorado de tan adorable y virtuoso amante. Decide comprarlo y llevarlo a Tebas, disfrazado de su criado, para que viva con él en su propio palacio.
Yocasta, esposa de Layo, sospecha desde un principio de éste bienparecido mozo; sobre todo cuando Layo empieza a pasar cada vez más noches en su alcoba y a llamarlo “mi amor”. Enardecida por los celos, decide dar muerte a éste intruso, destructor de matrimonios. A continuación, Yocasta y Edipo se traban en encarnizada lucha, durante la cuál la reina queda mortalmente herida. Edipo le ha cercenado los pechos a su madre, y ésta se desangra.
Layo manda llamar a Tiresias, médico y adivino real, para atender a su agonizante esposa. Éste, más allá de vaticinar la inevitable muerte de Yocasta, no puede hacer nada para salvarla, básicamente por que Tiresias es ciego. Mientras Yocasta exhala su último aliento, el rey Layo se halla en el salón imperial, esperando ansiosamente alguna noticia sobre el estado de su esposa. Temiendo sufrir una represalia por tener que ser el mensajero de tan funestas noticias, Tiresias resuelve no decir nada sobre la muerte de Yocasta y, en vez de eso, decide revelar la verdadera relación entre Layo y Edipo.
Enloquecido por aquél terrible develamiento, Layo se lanza en una salvaje y descomedida matanza de todo aquél que se le cruce enfrente (incluido el desafortunado Tiresias). Finalmente, tras dar muerte a cientos de hombres, mujeres y niños inocentes, cae extenuado sobre una pila de cadáveres y miembros cercenados, y es linchado por los ciudadanos de Tebas. Por su parte, presa de la culpa, Edipo se castra a sí mismo, y azotándose la espalda, con su propio miembro amputado, a modo de un látigo, se pierde en el exilio.
Hasta aquí la historia; ahora algunos comentarios sobre la pieza escrita. A diferencia de la tragedia de Sófocles, de la cuál Aristóteles dirá en su poética, que es la más perfecta tragedia jamás escrita, Edipo Gay, que ya desde la época presocrática había caído en el pozo del olvido, no se destaca especialmente por su calidad narrativa; carece de cualquier dejo de lirismo, las metáforas que emplea son más bien burdas y arbitrarias, y los diálogos, de a momentos, parecen no estar interrelacionados unos con otros, sino tan solo sobrepuestos. En fin, a grandes rasgos, tanto la sintaxis como la gramática de la obra, francamente son un desastre.
El Edipo Gay, probablemente por su profuso contenido homoerótico y su clara apología a la violencia, fue censurado, incinerado y prohibido, bajo la pena de muerte, tanto por las autoridades eclesiásticas como por funcionarios civiles, a través de toda la edad media, e incluso durante el renacimiento y épocas posteriores. Hoy en día se conocen tan solo dos ejemplares antiguos de ésta obra: un manuscrito en latín del siglo XI, que se encuentra en la biblioteca del congreso de los Estados Unidos, y una copia posterior, escrita en francés, sin fecha, probablemente escrita a mediados del siglo XV, que forma parte de la colección Petáin, en París.
Aún así, pese a las escasísimas copias que sobrevivieron hasta nuestros días, y pese a encontrarse escrita en un estilo patético y con una técnica por demás pobre, ésta pieza ya comienza a ser considerada, por más de un especialista en la materia, como un clásico de la literatura occidental, hasta tal punto, que un círculo selecto de psicólogos franceses ya están reviendo la teoría freudiana del Edipo, e intentando conformar un nuevo modelo vincular basado en ésta obra. ¿A qué controvertidas conclusiones arribarán éste grupo de jóvenes intelectuales? ¿Puede que estemos en el albor de un nuevo modelo de la subjetividad psíquica? Solo el tiempo, y el designio de los dioses, dirán…
5 comentarios:
jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
la que froi ni se esperaba!!!!
muy bueno!
Tan impresionante descubrimiento para el psicoanálisis como lo que el de la materia oscura es a la astrofísica.
Vamos por el desciframiento de nuestro complejo de Edipo Gay!
Juancho: ¿No podría ud. hacer un artículo de la piedra Rosetta? Me parece que viene al caso y además... ES BUENA!!!
JAJAJAJAJAJAJA
Labia di yoni
Que guion se perdio Passolini...
“la esfinge” (El animal que camina con 3 piernas a la noche) => Me reí mucho con esa interpretación XD
Justo la hija (7 años) de un amigo pregunto quién era Edipo, le contamos algo del mito.. y responde; Edipo era gay. Claroooooo.. lo habia entendido mejor que nosotros.
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